Nochevieja en madrid
Va
afirmándose cada vez más entre nosotros la costumbre de celebrar la nochevieja en madrid con una cena más o menos exquisita, con champagne o vino
espumoso para el brindis, con las tradicionales doce uvas ,y con música, baile
y jolgorio. A la fiesta de Nochevieja le hemos dado el nombre de reveillón, la
cena de Nochebuena, tanto si se celebraba antes como después de la misa del
gallo. El reveillón, era por
Definición,
el reveillón de Noel, que tenía una antigüedad secular. Basándonos que en el Medioevo
la cena de Nochevieja era una fiesta fundamentalmente familiar e íntima en la
que sólo se invitaban a compartir la comida a los viajeros y a los pobres de
solemnidad: incluso en los hogares más humildes se reservaos un plato para «el
pobre», y sólo si éste por azar no se presentaba, su ración se devolvía
equitativamente a los platos de los demás comensales. Pero en las primeras décadas
del siglo actual se pusieron de moda los reveillones, mucho más profanos y muy diferentes,
desde el punto de vista gastronómico, de las comidas navideñas. Mientras la
cena de Nochebuena y la comida de Navidad tienen unos menús tradicionales y
típicos, la cena de final de año no se
Monta sobre
platos determinados. Se trata, en general, de una comida un tanto fastuosa,
abundante, no exenta de una pincelada de frivolidad, con la presencia obligada
—por supuesto, si las economías lo consienten— de los mariscos, las ostras, el
caviar o el foie-gras. En París, el restaurante Maxim's, en los primeros años
del siglo, cuando allí tenían
Siempre mesa
reservada los grandes duques rusos, los millonarios americanos, los barones
holandeses, la gran aristocracia europea y los banqueros de la City, puso de
moda el reveillón en el restaurante. El menú que. Maxim's ofreció en la noche
de
San
Silvestre del año 1900 a sus clientes (¡treinta francos fue su precio!) Casi
ningún plato llegara a mantener una presencia constante, aunque casi siempre
las ostras o el
Caviar
abrían, con una nota de esplendidez, el gran banquete. La palurda y el faisán,
el cordero, la langosta y el bogavante, a veces el lenguado, figuran con mayor
frecuencia
En las
minutas de San Silvestre. En Maxim's y en los otros grandes restaurantes de
París. Sin diferencias fundamentales, el reveillón francés ha sido adoptado en
España, donde
Se
complementa, igual que en Italia, con «la costumbre pintoresca y absolutamente
inofensiva de tomar doce granos de uva cuando llega la medianoche». No tenemos
referencias rigurosamente históricas sobre el origen de esta «pintoresca y absolutamente
Inofensiva»
costumbre de las doce uvas. En un trabajo sobre el tema, publicado por Enrique
Pastor Mateos en la revista Villa de Madrid que edita e! Ayuntamiento de la
capital, el autor dice: «No sé cuándo ni cómo ni por qué se pensó en. Proveer de
viático a viaje tan breve, acompasando los golpes de campana con la ingestión
atragantada de otras tantas uvas. Queda, sin embargo, en pie que antes o
después vino a ser costumbre engullir doce uvas mientras un reloj familiar
lanzaba al espacio el plural y acompasado mensaje de sus campanadas». Sea como fuere,
Max Nordau, médico húngaro y escritor de cierto prestigio, recoge en su libro
Impresiones Españolas el aspecto más popular de la Nochevieja en el Madrid del
primer cuarto de siglo. Asegura aquel viajero por
España que
la festividad ya tenía entonces, entre los madrileños por lo menos, carácter de
acontecimiento mundano la nochevieja en madrid . Narra Nordau cómo recibían los madrileños al Año Nuevo
en la Puerta del Sol, y nos da noticia de la costumbre de tomar las doce uvas al
son de las campanadas del reloj de Gobernación: «La vasta plaza está cuajada de
gente. El tráfico de las líneas de tranvías que las cubren con su extensa red
de alambres, queda suspendido. Mucho antes de la medianoche, cesa para los
carruajes y autos para mayor precaución. Allí permanecen de siete a ocho mil
personas, elegantes damas
Y caballeros
al lado de mujeres con mantones de lana y hombres con pañuelo anudado a la
cabeza, por debajo de la gorra; todos con un cucurucho en la mano y el rostro dirigido
Al
Ministerio de la Gobernación, en la parte meridional de la plaza. Sobre
Este vasto
palacio, sin estilo arquitectónico,
Se levanta
una maciza y poco elevada torre, con un reloj cuya esfera es el regulador común
de tú hora para Madrid. Cuando el martillo del reloj da la primera campanada
De las doce,
aparece allí una bola de cristal iluminada por dentro, que permanece brillando
mientras el reloj toca, y al sonar la duodécima campanada se mete otra vez,
poco a poco, dentro de la torre. En el momento en que comienza a desarrollarse esta
escena, prorrumpe la turba en una extraordinaria gritería y al mismo tiempo
ejecuta un acto notable: cada cual saca de su cucurucho un racimo de uvas o
algunas bayas sueltas preparadas de antemano, y traga una a cada campana- , da,
poniendo sumo cuidado en no adelantarse ni atrasarse a ellas. Los torpes y los
precipitados se atragantan, tosen y babean, provocando la risa de sus vecinos;
pero continúan mascando y tragando hasta que la bola 'luminosa desaparece de la
vista, resuena la duodécima campanada y se come la última baya. Ni aun los
madrileños ilustrados dejarían
Por nada del
mundo de practicar este rito».La tradición se ha mantenido. El habitual y
multitudinario jolgorio de la Puerta del Sol es contemplado cada año por
millones de españoles desde que la televisión retransmite desde allí las doce
campanadas.
Quizá esto
haya contribuido a la difusión de la costumbre, y las doce uvas no faltan en la
Nochevieja familiar, en los reveillones, incluso en los cines' y teatros que
las regalan, en bolsitas de celofana, a los españoles que, tal vez para huir
del jolgorio callejero, pasan de un año a otro como si tal cosa, regalándose
simplemente su habitual y predilecta diversión. Con las tradicionales uvas
acompaña a la nochevieja madrid otra costumbre, ésta universal e inevitable: el
brindis. E! brindis viene del siglo XVI cuando se estableció el ceremonial del
vino y las buenas maneras del bebedor, en la Francia de Enrique III aquel
monarca esbelto y bello, afable y burlón, que gustaba mezclar «las delicias de
Venus con las de Lúculo», y que sentía una desmedida afición. Por los
brazaletes y collares, por los perfumes, por vestir prendas femeninas y. sobre
todo, por sus, mignons, equívocos pero bravísimos gentiles hombres acicalados y
empolvados,
Cuidadosamente
maquillados, sonrientes- y afeminados. En aquel París que no fue indiferente a su
vaporoso y refinado rey, se inició la costumbre, de grandes banquetes y comidas
de solemnidad, de poner en el fondo de la copa de mano en mano hasta el
Huésped al
que se quería rendir pleitesía. Este bebía el líquido y comía el pan, llamado
toustée o tostée, de donde procede .la palabra inglesa toast que significa
también brindis, en cuyo sentido la han adoptado, definitivamente, los
franceses. Pero según
El
Diccionario de la Real Academia, la etimología de este vocablo castellano parte
de! italiano brindisi, que a su vez deriva de la expresión Alemana Ichbring
dir's!, es decir,
¡Yo te lo
ofrezco! En todo caso, ya sea que la palabra proceda del alemán, ya sea un
vocablo de origen francés, lo cierto es que el brindis significa siempre buenos
deseos, es
Augurio de
felicidad y de venturas para nuestro prójimo. Y con estos buenos deseos el
mundo entero recibe puntualmente, en los primeros instantes de cada día 1. ° De
enero,
Al Año Nuevo.
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