miércoles, 27 de noviembre de 2013

Nochevieja en madrid



 Nochevieja en madrid





 Va afirmándose cada vez más entre nosotros la costumbre de celebrar la nochevieja en madrid con una cena más o menos exquisita, con  champagne o vino espumoso para el brindis, con las tradicionales doce uvas ,y con música, baile y jolgorio. A la fiesta de Nochevieja le hemos dado el nombre de reveillón, la cena de Nochebuena, tanto si se celebraba antes como después de la misa del gallo. El reveillón, era por
Definición, el reveillón de Noel, que tenía una antigüedad secular. Basándonos que en el Medioevo la cena de Nochevieja era una fiesta fundamentalmente familiar e íntima en la que sólo se invitaban a compartir la comida a los viajeros y a los pobres de solemnidad: incluso en los hogares más humildes se reservaos un plato para «el pobre», y sólo si éste por azar no se presentaba, su ración se devolvía equitativamente a los platos de los demás comensales. Pero en las primeras décadas del siglo actual se pusieron de moda los reveillones, mucho más profanos y muy diferentes, desde el punto de vista gastronómico, de las comidas navideñas. Mientras la cena de Nochebuena y la comida de Navidad tienen unos menús tradicionales y típicos, la cena de final de año no se
Monta sobre platos determinados. Se trata, en general, de una comida un tanto fastuosa, abundante, no exenta de una pincelada de frivolidad, con la presencia obligada —por supuesto, si las economías lo consienten— de los mariscos, las ostras, el caviar o el foie-gras. En París, el restaurante Maxim's, en los primeros años del siglo, cuando allí tenían
Siempre mesa reservada los grandes duques rusos, los millonarios americanos, los barones holandeses, la gran aristocracia europea y los banqueros de la City, puso de moda el reveillón en el restaurante. El menú que. Maxim's ofreció en la noche de
San Silvestre del año 1900 a sus clientes (¡treinta francos fue su precio!) Casi ningún plato llegara a mantener una presencia constante, aunque casi siempre las ostras o el
Caviar abrían, con una nota de esplendidez, el gran banquete. La palurda y el faisán, el cordero, la langosta y el bogavante, a veces el lenguado, figuran con mayor frecuencia
En las minutas de San Silvestre. En Maxim's y en los otros grandes restaurantes de París. Sin diferencias fundamentales, el reveillón francés ha sido adoptado en España, donde
Se complementa, igual que en Italia, con «la costumbre pintoresca y absolutamente inofensiva de tomar doce granos de uva cuando llega la medianoche». No tenemos referencias rigurosamente históricas sobre el origen de esta «pintoresca y absolutamente
Inofensiva» costumbre de las doce uvas. En un trabajo sobre el tema, publicado por Enrique Pastor Mateos en la revista Villa de Madrid que edita e! Ayuntamiento de la capital, el autor dice: «No sé cuándo ni cómo ni por qué se pensó en. Proveer de viático a viaje tan breve, acompasando los golpes de campana con la ingestión atragantada de otras tantas uvas. Queda, sin embargo, en pie que antes o después vino a ser costumbre engullir doce uvas mientras un reloj familiar lanzaba al espacio el plural y acompasado mensaje de sus campanadas». Sea como fuere, Max Nordau, médico húngaro y escritor de cierto prestigio, recoge en su libro Impresiones Españolas el aspecto más popular de la Nochevieja en el Madrid del primer cuarto de siglo. Asegura aquel viajero por
España que la festividad ya tenía entonces, entre los madrileños por lo menos, carácter de acontecimiento mundano la nochevieja en madrid . Narra Nordau cómo recibían los madrileños al Año Nuevo en la Puerta del Sol, y nos da noticia de la costumbre de tomar las doce uvas al son de las campanadas del reloj de Gobernación: «La vasta plaza está cuajada de gente. El tráfico de las líneas de tranvías que las cubren con su extensa red de alambres, queda suspendido. Mucho antes de la medianoche, cesa para los carruajes y autos para mayor precaución. Allí permanecen de siete a ocho mil personas, elegantes damas
Y caballeros al lado de mujeres con mantones de lana y hombres con pañuelo anudado a la cabeza, por debajo de la gorra; todos con un cucurucho en la mano y el rostro dirigido
Al Ministerio de la Gobernación, en la parte meridional de la plaza. Sobre
Este vasto palacio, sin estilo arquitectónico,
Se levanta una maciza y poco elevada torre, con un reloj cuya esfera es el regulador común de tú hora para Madrid. Cuando el martillo del reloj da la primera campanada
De las doce, aparece allí una bola de cristal iluminada por dentro, que permanece brillando mientras el reloj toca, y al sonar la duodécima campanada se mete otra vez, poco a poco, dentro de la torre. En el momento en que comienza a desarrollarse esta escena, prorrumpe la turba en una extraordinaria gritería y al mismo tiempo ejecuta un acto notable: cada cual saca de su cucurucho un racimo de uvas o algunas bayas sueltas preparadas de antemano, y traga una a cada campana- , da, poniendo sumo cuidado en no adelantarse ni atrasarse a ellas. Los torpes y los precipitados se atragantan, tosen y babean, provocando la risa de sus vecinos; pero continúan mascando y tragando hasta que la bola 'luminosa desaparece de la vista, resuena la duodécima campanada y se come la última baya. Ni aun los madrileños ilustrados dejarían
Por nada del mundo de practicar este rito».La tradición se ha mantenido. El habitual y multitudinario jolgorio de la Puerta del Sol es contemplado cada año por millones de españoles desde que la televisión retransmite desde allí las doce campanadas.
Quizá esto haya contribuido a la difusión de la costumbre, y las doce uvas no faltan en la Nochevieja familiar, en los reveillones, incluso en los cines' y teatros que las regalan, en bolsitas de celofana, a los españoles que, tal vez para huir del jolgorio callejero, pasan de un año a otro como si tal cosa, regalándose simplemente su habitual y predilecta diversión. Con las tradicionales uvas acompaña a la nochevieja madrid otra costumbre, ésta universal e inevitable: el brindis. E! brindis viene del siglo XVI cuando se estableció el ceremonial del vino y las buenas maneras del bebedor, en la Francia de Enrique III aquel monarca esbelto y bello, afable y burlón, que gustaba mezclar «las delicias de Venus con las de Lúculo», y que sentía una desmedida afición. Por los brazaletes y collares, por los perfumes, por vestir prendas femeninas y. sobre todo, por sus, mignons, equívocos pero bravísimos gentiles hombres acicalados y empolvados,
Cuidadosamente maquillados, sonrientes- y afeminados. En aquel París que no fue indiferente a su vaporoso y refinado rey, se inició la costumbre, de grandes banquetes y comidas de solemnidad, de poner en el fondo de la copa de mano en mano hasta el
Huésped al que se quería rendir pleitesía. Este bebía el líquido y comía el pan, llamado toustée o tostée, de donde procede .la palabra inglesa toast que significa también brindis, en cuyo sentido la han adoptado, definitivamente, los franceses. Pero según
El Diccionario de la Real Academia, la etimología de este vocablo castellano parte de! italiano brindisi, que a su vez deriva de la expresión Alemana Ichbring dir's!, es decir,
¡Yo te lo ofrezco! En todo caso, ya sea que la palabra proceda del alemán, ya sea un vocablo de origen francés, lo cierto es que el brindis significa siempre buenos deseos, es
Augurio de felicidad y de venturas para nuestro prójimo. Y con estos buenos deseos el mundo entero recibe puntualmente, en los primeros instantes de cada día 1. ° De enero,
Al Año Nuevo. 

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